ACERCAMIENTO AL PROYECTO PEDAGÓGICO DE PIERRE FAURE
Pierre Faure
Principios de su método de educación activa, personalizada y comunitaria.
Pierre Faure nació el 11 de mayo de 1904 en Pessac, en Gironda (Francia). Su padre, médico, muere joven y vive solo con su madre. Estudia en San José de Tivoli, colegio jesuita en las afueras de Burdeos.
En 1921 ingresa al noviciado de la Compañía de Jesús y el 8 de diciembre de 1923 pronuncia sus primeros votos.
Es nombrado titular de un bachillerato de letras y de matemáticas y emprende los estudios superiores de química. Da clases en el colegio de Caousson, en Tolosa.
El 25 de agosto de 1935 recibe la ordenación sacerdotal.
El padre Desbuquois -superior de Pierre Faure durante algún tiempo- le confía el estudio de los problemas de la educación y, en particular, de la escuela. Como parte de esta tarea, pone en marcha un “Secretariado de Colegios”, reuniendo a delegados de las cuatro provincias francesas de la Compañía de Jesús.
Pierre Faure cree que la formación de los profesores es tan importante como la de los alumnos, a fin de que “la escuela se convierta, (…) en ese lugar de reunión donde aprenderán a respetarse mutuamente en la concordia necesaria”.
Durante el verano de 1938 se crea el “Centro de Estudios Pedagógicos” que agrupará los servicios prestados por el Secretariado de Colegios.
En 1939 la segunda guerra mundial es inminente y Pierre Faure se preocupa por dejar todo arreglado para que el Centro de Estudios Pedagógicos pueda continuar funcionando sin él al mando, al igual que las publicaciones que se hacían para los padres de familia y los colegios. Está convencido de que la educación no puede nunca separarse de las situaciones sociales, económicas y políticas de la sociedad. Pierre Faure inserta su búsqueda personal en la realidad.
En 1937 con su ayuda nace la Unión Espiritual de Profesores de la Enseñanza Libre. Se interesa en el trabajo social, la enseñanza agrícola y sobre todo los talleres-escuela, de los que tomará la idea para reflexionar en la inserción profesional de los discapacitados y los niños con dificultades.
Su pensamiento parte de la necesidad de reconstruir la sociedad después de la guerra. La Ciudad deberá pedir mucho a la escuela: “en el estado presente del mundo – afirma el pedagogo francés -, ella espera lo que la guerra no le aportó, lo que la paz no puede darle: una ‘reeducación de la Humanidad’.
El jesuita francés piensa que la escuela no debe uniformar su enseñanza sino “universalizar su cultura”. No tiene necesariamente que entregar elementos ya construidos de la misma sino desarrollar las facultades de los niños “para volverlos capaces de descubrirlos y asimilarlos a lo largo de toda su vida”. Le toca adaptarse a las diversas situaciones respetando las aptitudes y el entorno de cada cual. Le toca también guiar al niño “para enseñarle en todo a discernir los valores propios del hombre”.
En 1947 se abre el primer colegio en el que se pone en práctica este método. Obviamente al paso del tiempo se van dando ajustes, pero en una reseña enviada a las familias deja ver ya el carisma del proyecto: “Un espíritu propio en la escuela hace de acogida y de atención específica para cada niño. Los maestros se esfuerzan por ‘conocer’ a cada uno, de apelar a su ‘conciencia’, ‘conciencia iluminada de sí’, que permitirá el desarrollo de la iniciativa, de la responsabilidad, el gusto por el trabajo, la disciplina, el espíritu de ayuda mutua y el respeto a los demás”.
La preocupación de Pierre Faure se centra en la vida misma de la escuela y en los medios pedagógicos a poner en marcha para que las familias y niños retomen la confianza en ellos mismos y en su dignidad, tanto en el plano personal como en el escolar; las actividades individualizadas, un método personalizado, serán, aquí, los mediadores en el camino del progreso.
El pedagogo francés precisará los medios para crear el clima de libertad y de respeto mutuo ayudando a cada niño a tomar conciencia de lo que es. “Todos los detalles de la vida – afirma Pierre Faure – deben ayudarlo a este despertar de su conciencia que es nuestra meta principal. A través de una formación interior, específicamente cristiana, que solicita su actividad profunda, venimos en ayuda desde el exterior, al espíritu que trabaja en el interior; cuando los niños son conducidos a dar lo mejor de ellos mismos mediante un trabajo interior, están listos para comunicarse con los demás, de lo cual viene un clima de apertura a los demás”. De este modo definió ya, aquí, una pedagogía personalizada y comunitaria.
Pierre Faure basa su pedagogía en las obras de grandes autores como: “La educación fisiológica” de Edouard Seguin, la “Pedagogía científica” de María Montessori y “La educación del hombre consciente” de Helene Lubienska de Lenval. También toma elementos de San Juan Bosco y San Juan Bautista de La Salle, quienes estuvieron preocupados por la educación y siguen inspirando muchas prácticas educativas.
La filosofía que inspira su método no trata de rigidez frente a las exigencias de la vida escolar, sino de organización respetuosa. No se trata tampoco de “métodos”, activos o no, sino de un “espíritu”, que transforma el saber ser y el saber hacer y que, lejos de excluir alegría y placer, permite acceder a valores.
De las preocupaciones socio-políticas a la pedagogía, de la ciudad al niño a través de la escuela y al niño “desfavorecido”, de una enseñanza individualizada a una educación personalizada, indisociable de lo comunitario y que apela a valores tanto espirituales como humanos, así podría resumirse su trayecto.
Después de haber entregado su vida a la enseñanza, Pierre Faure muere el 10 de enero de 1988 en París, a la edad de 83 años.